Un hombre, de tanto leer libros de caballerías y no dormir, se volvió loco.
Cogió una armadura, su flaco caballo y se fue en busca de aventuras como
caballero llamado don Quijote de la Mancha. Llegó a una venta, pensó que era un castillo y pidió si podía alojarse allí.
Don Quijote fue al patio y dejó su escudo y su espada. Un hombre,
pensando que era chatarra, los tiró al suelo. Don Quijote se enfadó y se
pelearon. El ventero salió rápidamente, se dio cuenta de que estaba loco y le
prometió que le nombraría caballero para que se fuese lo más rápido posible.
Don Quijote regresó a casa para escoger un escudero y coger dinero.
Escogió como escudero a un hombre bajito, que se llamaba Sancho Panza, al que
le prometió ser gobernador de una ínsula. También
escogió a la dama a la que dedicaría sus victorias: una labradora, que se
llamaba Aldonza Lorenzo, a la que llamó Dulcinea del Toboso.
Se marcharon. Al cabo de unos días vieron unos molinos de viento. Don
Quijote pensó que eran gigantes, a pesar de los avisos de Sancho. Fue a luchar
contra ellos, pero las aspas empezaron a girar y lo golpearon.
Otro día se alojaron en otra venta, don Quijote vio a una mujer muy fea,
pensó que era una princesa y empezó a decirle piropos. Su marido se enfadó y pegó
a don Quijote y a Sancho Panza. El dueño de la venta expulsó a Quijote y a Sancho,
pero, como no pagaron, los mantearon.
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